domingo, 19 de junio de 2011

Del amigo invisible.

Hola, amigo invisible. Otra tarde más de Domingo estamos sentados, juntos, reflexionando sobre nuestras cosas. Pero hoy es diferente.
Hoy hemos hablado.
Habiamos estado juntos, en cualquier sitio, a cualquier hora. Me has acompañado cuando he reido, con tu suave risilla, y cuando he llorado seguramente también; pero las lágrimas no me dejaron verte. Siempre nos habíamos tenido el uno al otro; tu tenías a quien seguir, y yo quien me siguiera. Pero estábamos mudos. Un alambre de espinos cosía nuestros labios. No pudimos decirnos: "amigo, aquí me tienes" o "aquí me tienes, amigo".
Hoy por fín puedo verte con claridad, puedo conversar contigo, oh amigo, incluso el sol hoy luce más fresco.
Te he hechado de menos sin haberte tenido, te he sentido sin verte, sin oirte, sin olerte, sin tocarte. Y hoy te pruebo por primera vez. Y tu sabor me envuelve.
Pero todo día especial ha de ser celebrado: bebámos amigo. Destaparé una de mis mejores botellas: la de la Amistad. Su sabor es estupendo, y su efecto, hipnotizante. Bebemos de ella día a día, cada mañana nos levantamos sedientos y nunca saciamos nuestra sed. Gracias a la tecnología, cada vez es mas fácil emborracharte de Amistad. Pero antes de abusar de algo, hay que leer el prospécto. Primero, los ingredientes: ¿Es realmente amistad o un "subproducto" de amistad con potenciador del sabor, conservantes, estabilizantes, plutonio y uranio? Quiza ni tan siquiera queremos que sea auténtica: Nos daría miedo beber algo tan puro. Podría quemar nuestra garganta y derretir nuestro estómago. Podría deformanos y eso no nos gusta.
Por prudencia, amigo mio, beberemos solamente un par de vasos. No quisiéramos tener resaca mañana y aborrecer la botella. Sería una pena tener que tirarla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario